El pasado siempre vuelve o nunca se va. Hay quien lo vive con angustia y quien juega con él, como Bunbury, que estuvo ahí y ahí, y sigue dando la tremenda sensación de tenerlo todo bajo control. Unos lo llaman carisma y otros profesionalidad. De todo eso hay. Vuelve a Palma después de 9 años para presentarnos su Mutaciones Tour, que viene rodado.
El artista aragonés, que lleva ya tres décadas de carrera, apareció en una sala como es Son Amar completamente llena para recordar con vigorosa elegancia que lo suyo es otra cosa.
Repasó temas de los inicios con Héroes del Silencio, desgranó sus letras más poéticas y gritó al viento caliente de la noche algunos de sus himnos más célebres. Dio saltos en el tiempo, abofeteó la cara de los nostálgicos perezosos y reafirmó su propuesta artística con una pose de chulería cómplice.
Desde Iberia sumergida, bajo cuyos acordes se inició el concierto, hasta clásicos como Mar adentro o Maldito duende, que sirvieron para cerrar el círculo de un viaje alucinante, Bunbury desplegó sobre el escenario todo su catálogo de tics, bailes y mensajes mordaces.
Arropado por la poderosa banda Los Santos Inocentes, gente con oficio, Bunbury condujo con buen pulso un concierto al que el público llegaba predispuesto: lo que buscaba lo recibió. La respuesta de un enardecido auditorio ante títulos como El camino del exceso, Despierta o Avalancha (resultó conmovedora). La aparición del acordeón de Jorge Rebenaque en temas como Infinito elevó la temperatura emocional, que alcanzó el clímax en una brillante interpretación de Lady Blue antes de la hora de los bises, en donde sorprendió con una intensa versión de Más alto que nosotros sólo el cielo. Las bolas extra de Bunbury se recibieron con un júbilo que conmovió al artista. “Me encuentro muy emocionado”, expresó ante un público entregado.
Mención especial a la organización por la facilidad, simpatía, y el buen hacer para poder documentar este evento.
Otra de las cosas que me gusto fueron los precios tan asequibles de la bebida. Un diez por eso.
Por Vinte
Fotos: Laura G. Guerra
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