viernes, 15 de julio de 2016

La épica elegante de Bunbury.



El artista aragonés hace arder el teatro de La Axerquía con un enérgico concierto de su espectáculo Mutaciones Tour El pasado siempre vuelve o nunca se va.

Hay quien lo vive con angustia y quien juega con él. Como Bunbury, que estuvo ahí y ahí sigue dando la tremenda sensación de tenerlo todo bajo control. Unos lo llaman carisma. Otros, profesionalidad. De todo eso hay. La Axerquía acogió un espectáculo -el segundo en tierra española, tras Barcelona, de su Mutaciones Tour- que viene rodado. La gira arrancó en marzo en otra Córdoba, la de Argentina, donde le profesan una devoción que se extiende a toda Latinoamérica. No arrastra Bunbury hordas de fans de grito -aunque algunos/as se dejaron ver- y selfie. Sus seguidores, seducidos por sus composiciones repletas de épica, ironía, crítica y desgarro, le muestran fidelidad y respeto. Él se lo gana. Sale al escenario vestido de oscuro, con cazadora y gafas de sol. Recuerden: es verano en Córdoba. Pero comparece con el uniforme de trabajo y se presenta de forma ceremoniosa: “Buenas noches, Córdoba. Es un inmenso placer estar con ustedes. Esperamos que el repertorio de canciones que hemos preparado sea de su agrado”, dice. Y todo el mundo entra en otra dimensión.

El artista aragonés, que lleva ya tres décadas de carrera, apareció en un teatro completamente lleno para recordar con vigorosa elegancia que lo suyo es otra cosa. Repasó temas de los inicios con Héroes del Silencio, desgranó sus letras más poéticas y gritó al viento caliente de la noche cordobesa algunos de sus himnos más célebres. Dio saltos en el tiempo, abofeteó la cara de los nostálgicos perezosos y reafirmó su propuesta artística con una pose de chulería cómplice. Desde Iberia sumergida, bajo cuyos acordes se inició el concierto, hasta clásicos como Mar adentro o Maldito duende, que sirvieron para cerrar el círculo de un viaje alucinante, Bunbury desplegó sobre el escenario todo su catálogo de tics, bailes -ojo, sin pasarse- y mensajes mordaces.

Arropado por la poderosa banda Los Santos Inocentes, gente con oficio, Bunbury condujo con buen pulso un concierto al que el público llegaba predispuesto: lo que buscaba lo recibió. La respuesta de un enardecido auditorio ante títulos como El camino del exceso, Despierta o Avalancha resultó conmovedora. La aparición del acordeón de Jorge Rebenaque en temas como Infinito elevó la temperatura emocional, que alcanzó el clímax en una brillante interpretación de Lady Blue antes de la hora de los bises, en donde sorprendió con una intensa versión de Más alto que nosotros sólo el cielo. Las bolas extra de Bunbury se recibieron con un júbilo que conmovió al artista. “Me encuentro muy emocionado”, expresó ante un público entregado.

Su aura no se desvanece. En la Córdoba española, en una noche tórrida de verano, el Bunbury mutante dejó claro que en lo suyo no tiene rival. Literalmente. Es único.

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